Por Luz Stella Carvajal Sáenz – Directora de la biblioteca
Los antiguos alquimistas buscaron con diligencia la piedra filosofal, una sustancia capaz de obrar milagros, transmutar metales básicos en oro y conceder la vida eterna. Por supuesto nunca hallaron tal sustancia, pero bien podría decirse que al alcance de nuestras manos existe una verdadera piedra filosofal, la lectura. En su libro como una novela*, Daniel Pennac, explora el proceso de formación de un ávido lector conectado al rol de los padres y la escuela. Su disertación resulta fascinante porque contraviene la idea de la lectura como un deber y la presenta más bien como una actividad motivada fundamentalmente por el placer de encontrarnos con las historias.
Las primeras lecturas mediadas por los padres como una rutina antes de dormir, se convierten en esa puerta de entrada a la fantasía, la imaginación y el gusto natural por la narración y es por esto que esta experiencia es también una ocasión liberadora pues el niño suelta sus amarras y se entrega a la narración.
En el hábito de la lectura en voz alta, el niño encuentra sus cuentos favoritos y esos pasajes que quiere releer una y otra vez. Puede resultar tediosa para los padres esta insistencia en volver sobre los mismos textos a diario, pero es una señal positiva del encuentro entre el niño y el libro.
Pero no leemos a los niños solo porque es parte de su formación como lectores sino también y principalmente, porque la lectura tiene un rol liberador, es lo más cercano a un salvavidas. Bien lo dice Pennac “una lectura bien llevada salva de cualquier cosa, incluso de uno mismo” Entonces si la lectura tiene tal poder, ¿por qué no permitir que su influencia llegue a nuestros niños y jóvenes de forma cotidiana? En este punto y con el ánimo de lograr esa cotidianidad, es vital que en la escuela tengamos el tiempo y el espacio para leer en voz alta libros que puedan conectar con los intereses de nuestros estudiantes.
Surge aquí la pregunta por ¿cómo ayudarles a desarrollar esos intereses personales cuando su experiencia con los libros está apenas comenzando? La forma más natural de acercarlos al universo literario es a través de esos libros favoritos que los profesores comparten, sus recomendados, esos libros que han atesorado a lo largo de su vida. Es importante notar que no es por las lecturas canónicas que se llega a ser un ávido lector sino más bien por esa pasión que los lectores experimentados transmiten a los aprendices cuando comparten sus lecturas personales.
¿cómo ayudarles a desarrollar esos intereses personales cuando su experiencia con los libros está apenas comenzando?
Puede suceder que en este punto nos venga una idea ampliamente difundida: a los adolescentes y de hecho a algunos niños, no les gusta leer y muy seguramente vendrán a nuestra mente un sin fin de razones por las que no creemos que leer en voz alta sea una práctica importante, por ejemplo, podemos pensar que esto sucede por la influencia de la televisión y la inmediatez de la vida moderna entre otras razones. Pennac subraya que la pérdida de interés por la lectura es el resultado de la ausencia de la lectura en voz alta.
Los adolescentes e incluso los niños que no leen, tienen una necesidad innata de relatos por eso las series y las películas son tan llamativas, porque simplemente suplen esa carencia.
¿Cómo reparamos ese vínculo entre el lector renuente y la lectura?
Es más bien sencillo. Se trata de dar de leer o en otras palabras volver a leer en voz alta tanto en casa como en la escuela. Volvamos a compartir esas lecturas que hemos disfrutado y que tienen un lugar en nuestro acervo bibliográfico personal. Venzamos el escepticismo con la confianza de que un buen libro se vende por sí solo y no necesita más que de constancia para que la historia se devele y en el proceso nos cautive.
*Pennac, D. (1997). Como una novela. Segunda edición. Editorial Norma.